Avergüenzan las continuas mentiras y patéticas justificaciones, que llevamos semanas leyendo, viendo y escuchando, en relación a los quince subsaharianos fallecidos en su desesperado intento de alcanzar Europa. Pero, ¿de qué nos extrañamos? ¿No es el engaño y la mentira el estilo de gobierno de Mariano Rajoy, y del Partido Popular?
Primero se negó el uso de material antidisturbios, estando las víctimas en el agua, sin saber nadar y sin recibir auxilio. Luego se reconoció el uso de botes de humo y pelotas de goma; eso sí, para "trazar la frontera" —no debían de tener muy clara la línea fronteriza, los desdichados africanos—. Los que son entregados a Marruecos, incumpliendo la normativa legal, es que son "devueltos" (en caliente o en frío, es igual).
Para completar la infamia, rayana en la pornografía, les han faltado dos cosas —al Gobierno, a sus acólitos, y a los medios de comunicación satélites—. Una, decir que el color oscuro de la piel de los subsaharianos confundíase con el ocre del mar, y les impedía verlos con claridad —ya contaron que el mar estaba "bravo", cuando las imágenes de vídeo demostraron que era calmo—. Dos, afirmar que los simpapeles se ahogaron voluntariamente —se suicidaron—.
Pero, siguiendo la tradición española, aquí no dimite nadie, no se cesa a nadie, no se abre expediente disciplinario a nadie. Nadie es responsable; ética, moral, administrativa y políticamente. "Dejemos que la justicia actúe"; y que tarde lo más posible, para continuar en la impunidad política.
Si se pregunta a los agentes de la Guardia Civil, cuerpo jerárquico militarizado, dirán que cumplían órdenes. El mando o mandos que ordenaron disparar, ídem. El director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, ahí sigue —muy indignado con las ONG—. El ministro del Interior, Jorge Fernández (caritativo y cristiano miembro del Opus Dei), continúa en el cargo; últimamente de gira, como comandante en jefe, por las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla —con tiempo para visitas turísticas y tomar fotografías en el espigón de la tragedia—. Y su jefe, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, qué les voy a contar.
Si los ciudadanos exigimos explicaciones y responsabilidades, si pedimos la verdad, estamos atentando contra el honor de la Benemérita, del Ministerio, del Gobierno de la Nación; y de los pilares mismos del Estado de derecho.
Parece que el mostrar y airear estos sucios métodos, les impide utilizar material antidisturbios. Ello provoca un "efecto llamada", y hace que el Monte Gurugú y alrededores del democrático Reino de Marruecos, se encuentren poblados por una multitud de potenciales inmigrantes ilegales —bien alimentados y con telefonía móvil, dicen—. La cifra aumenta cada día. Primero los cuantificaban en cientos; después en miles; dentro de poco serán millones de africanos. Un ejército de indocumentados, armados con palos y piedras, que pondrán en peligro la integridad del sagrado territorio nacional y, por extensión, de Europa.
¿Cuáles son las soluciones aportadas? Pedir decenas de millones de euros a Bruselas. ¿Con criterios humanitarios? No. Siguiendo los manuales de márquetin: primero está lo urgente y, después, lo importante. Lo urgente es aumentar la dotación policial; reforzar la barrera del espigón fronterizo; subir la valla y poner más concertinas (esas cuchillas "pasivas", en palabras del ministro), e instalar valla "antitrepa". De la cooperación al desarrollo con los países de origen de los inmigrantes "ilegales", ya hablaremos.
Es mucho pedir el reducir la desigualdad en el tercer mundo, cuando se incrementa cada día en nuestro propio país. Lo que hay que tratar de tapar y esconder, a toda costa, es que la desigualdad mata. Y que la solución pasa por la distribución del trabajo y la riqueza. Porque no continúen pagando los mismos y se beneficien los de siempre.
No temo a los africanos que saltan la valla, o a los que cruzan el Estrecho en patera; buscando la tierra de salvación europea, y encontrando muchas veces la muerte en la mar. Me da miedo el discurso de Marine Le Pen (de tal palo, tal astilla). Temo a la troica (FMI-UE-BCE). Me dan miedo la manada de lobos financieros, parapetados en sus despachos blindados y lujosas mansiones, que nos gobiernan y hunden en la miseria a golpe de teclado de ordenador; acrecentando exponencialmente sus fortunas con las espaldas de nuestra moderna esclavitud. ¡Qué bien les viene paralizarnos con el miedo!
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