Se asemeja frecuentemente el complejo "turístico y de ocio" que el magnate estadounidense Sheldon Adelson pretende construir en Alcorcón (Madrid), conocido como Eurovegas, con el guión de la película "Bienvenido, Mister Marshall" (España, 1953, Luis García Berlanga). En la ácida comedia de Berlanga los habitantes de un pequeño pueblo español esperan ansiosos la visita de los estadounidenses ("los americanos"), con la ilusión de la inclusión del país en la ayuda al desarrollo del llamado "Plan Marshall" (1948-1951), para reconstruir los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, tras engalanar el pueblo y vestir la ropa de los domingos para un gran y festivo recibimiento, los americanos y su plan pasan de largo en sus flamantes automóviles.
Eurovegas está más cerca de un argumento cinematográfico de invasiones coloniales, en este caso mercantil, que de una comedia en la España franquista; atemorizada, oscura, reprimida y profunda, de los años cincuenta. Se sostiene en la industria de juego, mafias, corrupción y soborno, prostitución, blanqueo de capitales...; y no guarda paralelismos con el trayecto que va de la leche en polvo americana para los escolares de la posguerra, al desarrollismo económico tecnócrata-franquista de los sesenta.
Ahora que tenemos tan cercana la clásica disputa veraniega por Gibraltar (y el Tratado de Utrecht), resulta contradictoriamente paradigmático el cuasisecreto tratado de Eurovegas por el que se cede la soberanía de parte del territorio español a "Las Vegas Sands Corporation". La ventaja es que aquí no habrá problemas interpretativos sobre la jurisdicción marítima. Nos escandalizamos por el hormigón lanzado al mar, los casinos en Internet, el contrabando y el blanqueo de capitales de Gibraltar, colonia bajo la soberanía del Reino Unido, y aplaudimos prácticamente lo mismo —sustituyan hormigón sumergido por cáncer de pulmón— en el Eurovegas bajo soberanía mercantil norteamericana.
Los mismos que defendieron la burbuja inmobiliaria, los mismos que la negaban insistente e interesadamente y durante años, hasta que la hicieron explotar en los bolsillos de todos los ciudadanos; esos mismos sujetos son los que defienden desde el poder político y económico la burbuja del juego, al ritmo del "¡Viva El Eurovegas!". Están capitaneados por la alcaldesa no electa de Madrid, Ana Botella; la expresidenta de Madrid (en retirada política interminable) Esperanza Aguirre, y su sustituto y delfín presidente no electo, Ignacio González. Esgrimen los miles de puestos de trabajo que se van a crear. Puestos de trabajo también prometidos por Adelson en su megacasino de Macao (China), y que menguaron escandalosa y misteriosamente. También aseguran que posee la financiación necesaria (miles de millones de dólares, de lo que duda hasta el propio Gobierno de Rajoy), cuando hay muchos interrogantes al respecto —es difícil creer a alguien que se ha hecho multimillonario con el juego sucio—.
La lista de poderes plenipotenciarios exigidos por Adelson (que han trascendido) es interminable. Antes de meter una excavadora y poner un ladrillo, exige: aval del Estado de 25 millones de euros (a pagar por todos los españoles, si el proyecto no sale adelante); estación de metro, cercanías, tren AVE, pista para 'jets' privados en el aeropuerto de Barajas (1.600 millones de euros en infraestructuras); cambio de la legislación de prevención de blanqueo de capitales, "flexibilizándola" para dejar sin control por Hacienda de la entrada y salida de capitales; autorizar la entrada en el casino a ludópatas y menores de edad; modificación de la ley de extranjería, para contratar a trabajadores bajo las condiciones socio-laborales del país de origen (sean las que fueren) —no parece que esta condición vaya a favorecer mucho la contratación de trabajadores españoles, aunque cada vez tengamos menores salarios y menos derechos—.
Y vamos con la exigencia legislativa más comentada: la modificación de la ley antitabaco, para que se pueda fumar en los casinos. Llevamos años con los ambientes libres de humos en los espacios públicos cerrados; con una aceptación social y consolidación razonables. Pero la ministra de Sanidad, Ana Mato, en vez de velar por la salud de los ciudadanos, antepone unos hipotéticos puestos de trabajo basados en un modelo obsoleto de juego y corrupción. Mejor sería para todos que dimitiera (o la cesaran) y fichara por Adelson.
A Adelson se le está construyendo un reino de taifa en el Reino de España, con un estatus propio social, laboral, fiscal, económico y legal. No se contenta con eso, exige que ese marco legal ad hoc no se modifique en el futuro, como consecuencia de cambios políticos en el gobierno y en el parlamento. No hemos escuchado decir a ninguno de los gobernantes y políticos del Partido Popular —y otros—, que sustenta los respectivos gobiernos de Madrid y de España, no ya que tal pretensión es ilegal e inconstitucional, sino un claro y alto "no" a semejante barbaridad propia de un feudo medieval. Lo que pase en el Eurovegas, no se quedará solo en el Eurovegas.
El poder económico y político quiere vendernos por unos cuantos puestos de trabajo a cambio de renunciar a la soberanía y el imperio de la ley. En "El Mercader de Venecia", ante el impago de los 3.000 ducados prestados por el judío usurero Shylock, Antonio se libra de pagar la libra de carne más próxima a su corazón por la imposibilidad de ejecutar la cláusula legal sin derramar una sola gota de sangre. En el Eurovegas los gobernantes le dan a Adelson nuestros dólares, carne y sangre. Al pueblo le sobran dux, reyes y reinos, y financieros usureros, y le faltan repúblicas (y Porcias, Nerissas, Jessicas, Bassanios, Gracianos, Lorenzos). Espectadores y víctimas de la función: hagan juego, la banca nunca pierde.
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