En el año 2000 veinticinco financieros y empresarios (principalmente hoteleros) baleares, agrupados en la Fundación Turística y Cultural de las Islas Baleares (Fundatur), regalaron el yate Fortuna al rey Juan Carlos I. El potente y veloz juguetito, de 41,5 metros de eslora, costó más de 18 millones de euros. Los dos principales motivos en los que se sustentaba el regalo eran: el clásico "contribución de la familia real al prestigio turístico de las islas" (el motivo oficial); y lo triste que estaba el monarca Borbón por la pérdida del anterior Fortuna (regalo del rey Fahd de Arabia Saudí), cuando comentó: "Ya es un cuatro latas, el pobre".
Para maquillar un poco tan suntuoso y extraño regalo, tanto en su origen y entrega como en su aceptación, se formalizó como una donación. Donación de Fundatur a Patrimonio Nacional. Aunque ni ustedes ni un servidor hayamos navegado en el yate Fortuna, también nos pertenece. Y tanto que nos pertenece, todavía más de lo que se imaginan. Entre los veinticinco "patronos" de Fundatur se encuentran, como ya dije, importantes financieros y hoteleros. Nada que objetar a los que pusieran el dinero (600.000 euros por persona) de su bolsillo, o de la tesorería de las sociedades mercantiles —sin entrar en lo que opinen sus clientes y pequeños accionistas—. Pero es que entre los donantes de la "colecta" se encuentran el Govern Balear, con 2,7 millones de euros aportados, y las cajas de ahorro de Balears ("Sa Nostra") y "La Caixa". En la larga lista de nombres también nos encontramos con uno de los culpables —según sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid— de la quiebra de Viajes Marsans, el encarcelado expresidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán.
Es decir, se pagaron 2,7 millones de euros de dinero público. A lo que hay que añadir, al menos de forma indirecta, lo desembolsado por dos cajas de ahorro que, en aquel entonces, tenían un estatus mercantil especial —dotación a las obras sociales, en lugar de impuesto de sociedades— diferente de las sociedades anónimas bancarias —todavía no eran bancos ni bancos de cajas—. Para más inri, se beneficiaron de las correspondientes exenciones fiscales por el "mecenazgo"; ¿mecenazgo regalar un yate?
El Rey —que ya no está para muchos trotes—, en un gesto por el cual deberíamos besarle las manos —qué digo, los pies—, ha renunciado a "usar" el Fortuna. Por tan regia decisión el yate ha sido cedido al Estado; pero, ¿no pertenece al "Estado" Patrimonio Nacional? —¡qué lío!—. Olvidémonos de las cifras anteriores, porque nos vamos a ahorrar (cuando esté atracado, claro) los más de 20.000 euros que costaba llenar los depósitos de carburante, para navegar por las mediterráneas aguas baleares —sin contar la protección y escolta—. Olvidémonos, también, de lo que nos cuesta mantener el Palacio de Marivent (más de un millón de euros al año); y de que todavía no sabemos si el Rey tiene cuentas en Suiza (como sus parientes "muy lejanos").
Ahora los patronos, ignorando el refrán "Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita", piden anular la desafectación del bien, y el retorno de la posesión del carísimo "obsequio" flotante. Dicen, los muy caritativos, que para destinar el dinero a obras sociales. Muy bien, señores patronos (en el sentido más amplio del término), pero empiecen por devolver los 2,7 millones de euros a las arcas públicas baleares. Y así, con esta inyección de fondos, se acabarán las excusas para los feroces recortes económicos y sociales ejecutados por el gobierno "popular" del farmacéutico José Ramón Bauzá.
¿Qué favores (pasados, presentes o futuros) querían pagar todos estos patronos potentados baleares, "mecenas" de la ostentación, con el regalo del yate Fortuna?
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