Dentro del plan de reestructuración de Bankia, que comporta el cierre de 1.100 oficinas y la extinción de 4.500 puestos de trabajo, el banco-caja ha anunciado el cierre de la totalidad de sus tres oficinas de Menorca (dos en Maó y una en Ciutadella). Ha enviado una carta a los clientes indicando que "el traslado de sus cuentas y de los productos asociados a las mismas es automático" y que "no tiene que realizar ningún trámite, ni acudir a su oficina".
El traslado de las cuentas y productos es a una oficina de Mallorca, ubicada en la localidad de Port de Pollença. A tan solo 33 millas náuticas (61,116 kms.) de Menorca. Si el cliente no desea desplazarse a tan próxima oficina (nadando, en barco, o en avión), siempre podrá operar por internet "las 24 horas del día". No, no se trata de una broma —aunque estén tomando el pelo a los clientes—, ni es el día de los Santos Inocentes; es cierto y real. A la invitación a los clientes a "visitar la oficina" le ha faltado, para aumentar el sainete, un párrafo que expresara lo saludable que sería cardiovascularmente el desplazamiento en canoa, piragua o kayak.
No sabemos si esta carta "automatizada", redactada por "el ordenador" o por alguna mente preclara de la Torre Bankia en Madrid, ha sido supervisada por otros responsables (en Valencia o en Palma) con algún conocimiento elemental y primario de la realidad y de la geografía balear. Quizá hubieran caído en que 'Les Illes', pese a tratarse de una Comunidad Autónoma uniprovincial, están separadas por el mar Mediterráneo.
Como es lógico, los clientes se han sentido insultados. Ya están cancelando sus "cuentas y productos asociados", y transfiriéndolos a otras entidades financieras en tierra firme menorquina. Sin embargo, para los que conocemos algo más de la realidad balear, y la historia de Caja Madrid (unida a Bancaja en la era Bankia) en las Illes Balears en los últimos lustros, la noticia no nos sorprende.
Ha sido una entidad que, en las décadas de presencia en Balears, nunca ha terminado de integrarse (probablemente tampoco lo ha querido). Con una escasa sensibilidad a la cultura y la lengua propias, y una más que discreta presencia mediante la Obra Social y la Fundación, demostrando su cicatería para revertir en la sociedad balear algo del suculento beneficio territorial obtenido. Son las consecuencias de una gestión exclusivamente mercantilista, con centros de decisión y gestión (política y bancaria) centralizados: en Madrid, en Barcelona, en Valencia. Cuando se implantaron centros territoriales propios (comerciales y de riesgos), sus directivos estaban/están más preocupados en ascender y medrar que en integrarse. Los inconvenientes de la insularidad (geográficos y socioeconómicos) han sido siempre un caballo de batalla en las relaciones laborales, comprendidos en Madrid con la boca pequeña; y con este corte de mangas a los menorquines, podemos decir que los clientes no tienen un trato privilegiado respecto a los empleados.
De los catorce empleados de Bankia en Menorca, parece ser que trece ya han recibido la carta de despido. Tan solo un empleado ha recibido la oferta de traslado a la oficina de Port de Pollença. Muestra brutal del arma de la retrógrada e inútil reforma laboral del Gobierno del Partido Popular (reforma para despedir, no para crear empleo), cargada con las balas del ERE firmado por los sindicatos más representativos de Bankia. Sólidos son los principios por los que empieza el banquero Goirigolzarri.
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