A Juan Rosell no le apetece que España tenga seis millones de parados. Debe ser que en el problema del paro algún tipo de responsabilidad tienen los empresarios, a los cuales representa a través de la presidencia de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).
Como no le resulta estética tan abultada cifra de desempleados, nos muestra su ética basada en desprestigiar el método más fiable de cálculo (homologado a nivel internacional, y respaldado por economistas y expertos), la Encuesta de Población Activa (EPA), y al organismo responsable de los cálculos, el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Dice el patrón de patronos que la encuesta sólo afecta a 65.000 personas. La verdad es que la EPA se realiza en 65.000 familias, representando unas 200.000 personas. Le sobran, y los borra con 'tipex', un millón de parados; según él, porque el registro de demandantes de empleo es más creíble. Minimiza y desprecia la realidad del importante número de desempleados que, por no tener derecho a prestación o subsidio (para cobrar los cuales es requisito indispensable estar inscrito como demandante de empleo), no se apuntan en los servicios públicos de empleo.
Rosell ve "grasa" en todas partes de la administración pública, tirando por tierra la función pública y a los funcionarios. Le sobran 300.000 o 400.000 funcionarios, a los que quiere mandar a casa (con un subsidio, eso sí) para que no gasten inútilmente el dinero público y malgasten el tiempo "tratando de hacer leyes". Leyes como, por ejemplo, la reforma laboral; que, pese a escribirse al dictado de la gran patronal que él preside, se les quedó corta a los pocos días.
Saca pecho, orgulloso del músculo y poder de su organización. Pero no rinde cuentas de las generosas subvenciones millonarias que su confederación recibe del Estado, dinero público (también) de todos los ciudadanos. No emplea la misma chulería y desvergüenza para descalificar a su antecesor en el cargo, el imputado y encarcelado Gerardo Díaz Ferrán, ese gran visionario que nos quería sacar de la depresión económica "trabajando más y cobrando menos"; todos menos él, claro.
Podía ocuparse también del tocino de sus colegas, en forma de sobre con dinero negro o "b" (¿será con be mayúscula?). No tiene mas que preguntarle a su vicepresidente (y presidente de la patronal madrileña CEIM), Arturo Fernández. Vicepresidente también con su antecesor Díaz Ferrán, recordemos: detenido y encausado por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero. Fernández, para los supuestos sobres-nómina de sus empresas, libres de impuestos, aplica la doctrina Rajoy; dice primero que es rotundamente falso, y después que puede haber algunos casos.
A la CEOE no le basta con la flexibilidad máxima, con el despido fácil y barato (en el contrato de "emprendedores" gratis durante el primer año); con el ataque a los convenios colectivos y la peligrosa individualización de las relaciones laborales. Quiere más. Quiere los miniempleos ('minijobs'), aunque sea de "una hora a la semana"; traducido a la jerga patronal española: es decir, una hora oficial cotizada, multiplicada por al menos diez efectivas (gratis o sin cotizar). Como a los dragones de Komodo, no le gusta dejar parte de su presa sin devorar.
Por eso, para el presidente de la gran patronal, no existen un millón de desempleados, quizá usted mismo. Le sobra esa grasa desempleada de la misma forma que le sobran funcionarios (enseñantes, sanitarios, etc.). Es como si, de repente, se hubieran creado un millón de puestos de trabajo. Los mismos que destruye, de forma fácil, rápida y barata, la reforma laboral del Partido Popular, del Gobierno y, hasta hace dos días, de la CEOE.
No se da cuenta el patrón-borrador Rosell que los ciudadanos también pueden ver la grasa de la CEOE, y se dan cuenta de que no es magro todo lo que hay debajo de las camisas caras y corbatas de seda. Le hace falta una cura de humildad y de adelgazamiento.
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