Probablemente a la gran mayoría de los españoles no les ha importado lo más mínimo, tanto el debate del estado de la nación como los análisis sociopolíticos y periodísticos del mismo. Por el contrario, a los ciudadanos sí que les preocupa el estado real de donde viven y malviven; que no tiene nada que ver con el Rajoy en el País de las Maravillas dibujado por el presidente del Gobierno en sus altaneras intervenciones parlamentarias. La encuesta posterior del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) corrobora esa indiferencia. El 72% no cree que se trataran los problemas verdaderamente importantes.
La aparente sorpresa de la intervención "seria, segura y estructurada" de Rajoy —según los analistas fans— tiene su lógica. Con el principal partido de la oposición sin un rumbo y liderazgo claros; descompuesto por luchas internas; y sin poder levantar excesivamente la voz sobre la corrupción política —el que esté libre de pecado que tire la primera piedra—. Y con la consigna lanzada por Rajoy a los suyos: no os empantanéis con el asunto de los sobres de Bárcenas —que autoincrementa su fortuna en Suiza, mofándose del PP, de la justicia, y de todos nosotros—, que se va a quedar en nada judicialmente y, con el tiempo, se olvidará y ni se hablará de ello. Con un poco de suerte, pasarán por la puerta antes los brotes verdes que ninguna sentencia condenatoria.
El colmo del cinismo es enorgullecerse de los propios incumplimientos. "No cumplo el programa electoral; pero sí mi deber", dijo Rajoy. Vender como éxito unos indicadores económicos peores que los que prometieron anteayer. Y el ridículo de que el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios Olli Rehn, uno de los torturadores de la Europa de segunda división ("del Sur"), tire por tierra su infundado optimismo.
La España real es la del concurso de acreedores de la inmobiliaria Reyal Urbis (el segundo mayor de la historia, después de Martinsa-Fadesa), con una deuda de 4.400 millones de euros. Nos siguen cayendo encima a los españoles los escombros de la burbuja inmobiliaria y financiera. En este caso el descalabro a golpe de ladrillo nos cuesta a los ciudadanos 1.300 millones de euros.
La España real es la de los cientos de miles de afectados por los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE), de la reforma laboral de la devota y sonriente ministra de "Empleo" Fátima Báñez. Sus plegarias a la Vírgen del Rocío no han conseguido obrar el milagro de convertir la reforma de los despidos fáciles, rápidos y muy baratos, en la reforma de la creación de empleo. Todo lo contrario, los ERE se multiplican, con despidos en múltiplos de mil. En 2012: 33.075 ERE (56,3% más que el año anterior), afectando a 451.893 asalariados (31,5% más); de los cuales 75.644 trabajadores fueron despedidos en expedientes de extinción (11,3% más que en 2011). Resaltar que los expedientes para "prevenir posibles pérdidas" económicas alcanzaron la cifra de 15.807 (163% más que en 2011), lo que supuso que 42.109 trabajadores se quedaran en la calle. Y que se extinguieron 16.561 contratos de trabajo por expedientes no pactados (un 116% más que el año anterior).
La España real es la de los recortes sociales y económicos; la de la asfixia y sufrimiento del pueblo estafado y arruinado por el poder financiero y mercantil. La del rescate a la banca y el puntapié al desahuciado. La del negocio privado de la educación y la sanidad, el aumento de tasas y matrículas; y la rebaja pública en becas, en investigación, en enseñantes y sanitarios, en asistencia sanitaria y farmacéutica. La de la amnistía fiscal a los defraudadores y delincuentes económicos.
Es obvio que nuestros gobernantes no viven en esa España real. Que inoculan sufrimiento a los ciudadanos desde sus cómodas poltronas. Desde sus vidas cómodas, que les permiten pagar por todo aquello que niegan al pueblo a través de los servicios públicos y la asistencia social.
El Gobierno y el Partido Popular que lo sustenta no se dejará intimidar por aquellos que pretenden dar "un golpe de estado". Así lo ve el eterno candidato a presidente de Andalucía, Javier Arenas. Y el "moderado" González Pons; con su teoría cinematográfica de "La noche más oscura": sospecha de la autoría de Al Qaeda en los atentados del 11-M en Madrid, porque "no salen" en la película de Hollywood —no debió enterarse mucho de la película, ya que sí son mencionados, aunque no recreados—.
Es patético observar y escuchar a los líderes del PP dando pseudoexplicaciones sobre el caso Bárcenas. Ejemplos como el doctor en Derecho Floriano, o la abogada del Estado De Cospedal; balbuceando trabalenguas. Estos doctos y eminentes miembros de la abogacía del Estado —tan del agrado del "razonable" Marhuenda— se debieron saltar las clases de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Volviendo al principio. La aparente seguridad de Rajoy no debe ser tanta. Qué mal tienen que estar para ver y contarnos películas sobre el incruento golpe de Estado del 23-F, y los sangrientos atentados del 11-M. Y qué falta de respeto a las víctimas y familiares, y a su memoria.
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