Se ha escrito y hablado mucho sobre las recientes elecciones autonómicas en Galicia y Euskadi. Comencemos por las primeras lecturas.
Euskadi. Se ha cumplido el guión previsto. Los nacionalistas de derechas del EAJ-PNV consiguen la mayoría (27) de los 75 escaños del 'Eusko Legebiltzarra'/Parlamento Vasco —aun así, con 3 escaños menos que en 2009—, con un 34,64% de los votos. Seguidos de la izquierda 'abertzale' de EH BILDU (21 escaños; 25% de votos). Bajón del bipartito de gobierno —de hecho, ya que el PP apoyó parlamentariamente al PSE-EE, sin formar parte del Gobierno—. PSE-EE/PSOE, con 16 escaños (9 escaños menos). PP, con 10 escaños (3 menos).
UPyD mantiene su escaño. Todo esto adornado con una nada despreciable abstención de 34,17%.
Galicia. Núñez Feijóo ha respirado tranquilo (seguramente Rajoy Brey incluso se ha fumado un puro). La derecha del PP alcanza la mayoría absoluta (41) de los 75 escaños del Parlamento de Galicia —3 escaños más respecto a 2009—. Y con recortazos incluidos.
Descensos, sin paracaídas. PSdeG-PSOE, con 18 escaños (7 escaños menos). Los nacionalistas del BNG, con 7 escaños (5 menos). Irrupción de la izquierda del AGE/EU-ANOVA, nada menos que con 9 escaños. Supone el resurgimiento, cual ave Fénix, como líder de Alternativa Galega de Esquerda, del septuagenario Xosé Manuel Beiras, antiguo miembro y presidente del BNG.
La abstención gallega supera a la vasca, cifrándose en un 36,2%.
Es evidente que la 'Lehendakaritza' va a ser ocupada nuevamente por la derecha del Partido Nacionalista Vasco, en la persona de Íñigo Urkullu. No merece la pena detenerse en las barbaridades, estupideces y sandeces que hemos leído y escuchado en los medios de comunicación de derechas, respecto a los importantes resultados de Euskal Herria Bildu —ejemplo: el Tribunal Constitucional es culpable de la ascensión de los (pro)etarras, etc., etc.—.
En las segundas lecturas, procede algún comentario adicional referente a Galicia; debido a los paralelismos, asociaciones y derivaciones que se han establecido con el gobierno del Partido Popular en el Estado español.
Enfrentando este resultado autonómico del PP con el que alcanzó en Galicia en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011. En el 2011 obtuvo 855.732 votos, frente a 653.934 votos de 2012. Es decir, una disminución de 201.798 votos (23,58% menos).
Extrapolando los votos autonómicos del PP en estas elecciones, teniendo en cuenta la abstención y los no-votos al PP, obtendríamos que un 71,66% de los votantes censados gallegos no depositaron la papeleta del Partido Popular. Dicho de otro modo, 71 de cada 100 ciudadanos gallegos (mayores de edad) no votaron al PP.
Gracias al jurista y matemático belga Victor d'Hondt, y su Sistema o Ley D'Hondt, el PP de Galicia tiene el poder absoluto legislativo y ejecutivo. Es así, por muy nerviosos que se pongan los políticos y comunicadores ortodoxos ante las matemáticas (especialmente los que están en/cerca de los gobiernos y/o los partidos más representativos). Se protegen acusando de pretender deslegitimar la representación política y la democracia, de despreciar los poderes del Estado, y otros desvaríos similares de distracción.
Pretenden engañarnos, una vez más, diciéndonos que los resultados de Galicia convalidan las políticas estatales ("nacionales") del Gobierno del Partido Popular. Los resultados de Galicia no legitiman, en ningún ámbito territorial, los brutales recortes económicos, sociales, educativos, culturales, sanitarios, de dependencia, de los servicios públicos y la función pública, de los gobiernos del PP.
Corresponde la valoración científica de si tenemos "los políticos que nos merecemos" a los politólogos, sociólogos y psicólogos. Mientras tanto, nos gustaría que nos dejaran de tratar como a borregos.
Determinada clase política no quiere entender y desprecia la desafección expresada en el "no nos representan". El desacuerdo del pueblo soberano con el sistema electoral y de partidos, con la estructura político-social. Hoy se une la vergüenza de un poder político que subvenciona con decenas de millones de euros a la banca; y que consiente (en connivencia y complicidad) que esa misma banca desahucie a ciudadanos desesperados, ciudadanos que llegan a la trágica decisión de quitarse la vida. Lo llaman democracia, cuando la realidad es que malvivimos en una bancocracia.
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