Pasan los meses y no escuchamos un "lo siento mucho; me he equivocado; no volverá a ocurrir", de Iñaki Urdangarin Liebaert (alias duque consorte de Palma de Mallorca). Ni de su esposa, la infanta Cristina de Borbón y Grecia (duquesa de Palma de Mallorca).
En el matrimonio mal avenido de los reyes de España, el Rey hace el papel de "poli malo", y la Reina de "poli buena". El monarca borbón le advirtió a su yerno balonmanista que no fuera un chico malo, y dejase de hacer actividades empresariales "inadecuadas" con Diego Torres, su exsocio y exprofesor del ESADE. Parece que hizo oídos sordos, y no conocemos que el Rey cazador ejerciera más presión, aparte de poner el océano de por medio, dejando a Urdangarin en Washington con su hija y nietos, percibiendo su millonario sueldo de Telefónica —ya saben, la otrora empresa pública privatizada, y muy rentable—.
Pero la familia tira mucho. Y la reina doña Sofía hacía visitas a Washington, y se dejaba ver por los medios de comunicación y fotografiar por las revistas del corazón. Es comprensible: si ningún delincuente económico pisa la cárcel (salvo el septuagenario Madoff), no es de recibo la que le han liado a su yerno; por unos cuantos millones de euros no es para tanto.
El destierro dorado ha durado poco. Ya tenemos a la familia Urdangarin-De Borbón en Barcelona. Los pobres van a tener que vivir sólo de los ingresos de la Infanta por su trabajo en la Fundación La Caixa. Y de la asignación correspondiente de la Casa Real (osea, de dinero público de todos los ciudadanos).
Son tan austeros, que se les ve circular en un modesto Volkswagen Golf de doña Cristina, de hace veinte años. Pero la cosa no queda ahí; los humildes duques han tenido que arrendar su multimillonario palacete del elitista barrio de Pedralbes (Barcelona), e irse de alquiler a un sitio "más modesto" (dígase menos ostentoso).
No sabemos a quién pretenden engañar con esta aparente nueva vida de austeridad (?). ¿Al juez Castro? ¿Al pueblo? ¿A los monárquicos? ¿A los "juancarlistas"?
Nos gustaría comprender el porqué la Infanta, ocupando cargos mercantiles en las sociedades investigadas, y teniendo firma en cuentas bancarias relacionadas, ni siquiera haya sido llamada a declarar. La Infanta —al igual que la ministra Ana Mato desconocía que su marido aparcaba un Jaguar en la puerta— es ajena a todo este follón; no sabía que vivía en un palacete, confundiéndolo con un piso más grande de lo normal.
No se entienden estos gestos de "solidaridad" familiar, que más bien parecen de chulería y descaro. Como la rotación de cargos efectuados en Aizoon (investigada en la trama Nóos, por captación de fondos públicos, evasión de capitales y fraude fiscal), por la que Urdangarin deja la presidencia a Cristina de Borbón, pasando él a la secretaría general que ocupaba ella.
Es intolerable que los duques de Palma tengan que bajar su nivel de vida. Sería imperdonable que sus hijos dejasen de estudiar en el Liceo Francés.
Deberíamos organizar una cuestación popular para ayudarles. Seguro que tendrían ingresos, y libres de impuestos.
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