El próximo año Mallorca importará unas 100.000 toneladas de basura europea; en concreto de ciudades de Italia y Reino Unido. El motivo de este turismo de desperdicios es el de hacer caja. Tirme, la empresa concesionaria del tratamiento de residuos, lleva las negociaciones (bendecidas por el Consell Insular de Mallorca).
La asociación ecologista "Amigos de la Tierra" ha solicitado en Madrid la paralización de tal disparate. Según esta asociación, Mallorca genera anualmente 600.000 toneladas de residuos urbanos, de las cuales se incineran en la planta de Son Reus 400.000.
Pero, queridos conciudadanos mallorquines, no se alarmen. Este dislate no supone ningún riesgo para la salud, y es un auténtico chollo.
La consellera insular de Medio Ambiente —Partido Popular— no ve nada más que ventajas. Las ciudades exportadoras de desechos no tienen plantas incineradoras —que tampoco debe tener el resto del estado o país—, y les sale más barato empaquetarlos que construir una incineradora. Los barcos basureros ya pasan cerca de Mallorca, así se ahorran combustible (y contaminan menos la atmósfera).
Así, al hito de la libre circulación de capitales en la Unión Europea —que no de personas— se ha de añadir el de la libre circulación de porquería.
La basura va a venir como combustible derivado de residuos (CDR) o como combustible sólido recuperado (CSR). Procesos que parece ser eliminan los productos contaminantes y metales, y seca la materia orgánica. Será una basura con clase, aseada y puede ser que hasta perfumada.
No debemos temer que el difícil y débil equilibrio medioambiental isleño se resienta, por tan solo 100.000 toneladas extras de inmundicias desechadas.
Si es tan fantástico, ¿por qué querrán poner tierra y mar de por medio a su basura? Es más, deberíamos pagarles en lugar de cobrar por semejante privilegio natural y ecológico.
Nos vienen a decir que no hay dinero, que de lo contrario hay que subir los impuestos (ya sabemos a quiénes). Repiten la misma falsa cantinela del Gobierno estatal y el Partido Popular que lo sustenta: "no hay alternativa".
Unos políticos incapaces de promover, junto con sus amigos los grandes hoteleros, un nuevo modelo turístico de calidad más allá del "sol, playa y alcohol"; diferente a la borrachera exprés alemana (playa de El Arenal) o británica (playa de Magalluf).
El asunto no deja de ser metafórico. Dinero fácil y a corto plazo de un turismo barato, humano y de combustible (pestilente perfumado). Una política barata. Para taparse la nariz.
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