Acaba el mes de agosto. Mes grande para las fiestas patronales en nuestro moderno, civilizado, culto y democrático Reino de España. Y mes nefasto para cualquier animal carne de fiestas, especialmente para los que tienen cuernos.
En las entrevistas al miembro de la peña de turno, al teniente de alcalde de "cultura" y/o festejos, al alcalde; nos encontraremos con la manida justificación: "es la tradición".
Quiere decirse que los caballeros medievales deberían continuar su tradicional reventado de sesos con las lanzas. Que la Santa Inquisición debería seguir rompiendo huesos y vértebras y quemando en la hoguera a los supuestos herejes y brujas, como manda la tradición. Etcétera.
Raro es el pueblo que no cuenta con sus vacas, toros, vaquillas; novillos para los menos "valientes". A estas reses vemos cómo les hacen mil salvajadas. Les prenden antorchas en los cuernos ("toro embolado"), quemándoles la cara y los ojos; las llevan a "nadar" al mar, donde terminan ahogándose; las persiguen a caballo para alancearlas, y cortar sus atributos sexuales para entregárselos al valiente macho humano ejecutor ("toro de la Vega"). Tampoco falta el graciosillo sádico de turno, con su correspondiente dosis de alcohol (o no), que se dedica por diversión a amputar partes del desdichado animal.
También hay lugares donde se divierten capturando patos en el mar, cogiéndolos por el pescuezo –en Can Picafort (Mallorca) se ha conseguido, por la presión protectora animal, que los patos reales se hayan sustituido por otros de goma; sin disminución por ello del divertimento popular–.
Este año parece que la crisis económica se está dejando sentir en los presupuestos de los festejos "populares". Una de las consecuencias ha sido/está siendo la disminución o eliminación de los animales en los encierros. Tampoco parece nada descabellado, sobre todo cuando el dinero sobrante se emplee en mitigar las necesidades sociales de los ciudadanos.
Una de las conclusiones extraídas del impacto económico, es la importancia clave del dinero público para el sostenimiento de la diversión a costa del sufrimiento y tortura animal. La orgía subvencionada de alcohol y sangre.
Otra conclusión, interesante desde el punto de vista sociológico. En algunos de los pueblos donde se ha prescindido de reses (bravas o no), se han ingeniado otros métodos de diversión. Tales como carretones (falsos toros sobre ruedas); bolas gigantes de papel reciclado; circos sin animales; etc.
Y, ¡sorpresa! Parece que los lugareños y visitantes se divierten tanto o más que haciendo cabronadas a los animales. No solo de fiestas con toros vive el hombre.
Hace falta que este transvase "popular", obligado económicamente por la disminución o eliminación de la subvenciones, se consolide y se vayan erradicando las costumbres bárbaras. Ya va siendo hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario