La relación personal entre Rodrigo de Rato y José Luis Olivas debió de empezar con algo parecido a hermanos de leche política.
De Rato. Doctor en Economía Política. Ministro de Economía en la era Aznar. Momento económico fácil y dulce, donde se gestaba con mimo la burbuja inmobiliaria; de la que parece ser que todos mamábamos, antes del complicado parto inoportuno. Exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Expresidente de Bankia. Presidente de Caja Madrid.
Olivas. Abogado, seducido por las mieles de la política. Expresidente no electo de la Generalitat Valenciana. Exvicepresidente de Bankia. Expresidente del Banco de Valencia. Expresidente de Bancaja.
Y parece que la relación terminó como hermanastros financieros mal avenidos. Como polos contrarios del mismo imán.
José Luis Olivas dimite de la presidencia del Banco de Valencia (grupo BFA/Bancaja) en octubre de 2011. En noviembre el banco es intervenido (osea, nacionalizado con fondos públicos) por el Banco de España por 3.000 millones de euros.
No dándose por aludido, sin despeinarse, continua como vicepresidente del Banco Financiero y de Ahorros (BFA)/Bankia hasta su dimisión en noviembre de 2011. Y, con la misma raya en el pelo, permanece como presidente de Bancaja (grupo BFA/Bankia) nada menos que hasta mayo de 2012 (como pueden adivinar, previa dimisión).
Rodrigo de Rato dimite/es invitado a dimitir como presidente de BFA/Bankia en mayo de 2012, unos días antes de la salida de Olivas de la presidencia de Bancaja.
Pero ha sido más longevo (mercantilmente hablando, claro) que su colega Olivas. Incomprensiblemente sigue ostentando la presidencia de Caja Madrid (el que ríe el último ríe mejor). Que sepamos, en los Estatutos de Caja Madrid no está prohibida la dimisión del presidente.
Se podría decir que la participación de Caja Madrid en el BFA/Bankia (como la de Bancaja y las otras cinco cajas de ahorros del SIP) está muy próxima al 0%. Pero es que siguen funcionando los órganos de gobierno (hasta la probable conversión en Fundación, en la asamblea general prevista para septiembre). Por ello, es de suponer que el señor Rato sigue percibiendo los (importantes) emolumentos correspondientes al cargo.
Rato compareció ayer ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados. Comparecencias que pretenden sustituir a la Comisión de investigación que los grandes partidos tuvieron miedo de constituir, y con las que pretenden lavarse la cara.
Como era de esperar, armado con muchos papeles y sin ninguna calculadora, le echó la culpa al Banco de España, personificado en su expresidente Miguel Ángel Fernández Ordóñez (alias MAFO).
No nos explicó cómo se puede pasar de un beneficio de 305 millones de euros a unas pérdidas de 2.979 millones de euros (resultado neto; 4.300 millones antes de impuestos).
Tampoco explicó cómo su hoja de cálculo arroja un plan de saneamiento con un coste de 6.000 millones de euros, cuatro veces menos que los 24.000 millones de euros de Goirigolzarri (19.000 millones mas los 4.465 millones que inyectó el FROB I). No es extraño que sus compas del Partido Popular estén la mar de contentos, porque "no hizo sangre".
Ayer Rato lamentó que MAFO le conminara a incluir a Bancaja, obedeciendo militarmente. Pero (curiosamente) dijo no a La Caixa, suponemos que porque le dio la gana (política).
Elena Salgado (exministra de Economía) lo hizo muy bien e, incluso, sigue pensando lo mismo que hace meses.
Julio Fernández Gayoso (excopresidente de Nova Caixa Galicia), "no tomó ninguna decisión personal porque no podía".
Narcís Serra (expresidente de Caixa Catalunya), "la caja no gozaba del estado de salud que presuponía".
Adivinanza: ¿quién nos toma más el pelo? En este adn hispánico de echar la culpa al vecino, va a resultar que somos los ciudadanos los responsables de la gestión, ejecución, supervisión y auditoría de las entidades financieras. Los mismos ciudadanos que hemos pagado, estamos pagando, y sufriremos y pagaremos por generaciones los 1,2 billones de euros inyectados hasta ahora a la banca europea, más los nuevos 100.000 millones de euros del rescate bancario español.
Mea culpa.
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