No paran de acribillarnos cada día con la artillería del miedo. Desayunamos, comemos, cenamos, nos acostamos con miedo.
El ministro De Guindos y sus colegas de gabinete se emplean a fondo para paralizar a la ciudadanía ante sus medidas antisociales y reformas ultraliberales.
El titular de la cartera de Economía nos amenaza con que el recorte de 27.300 millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), más los 10.000 millones de euros de penitencia "extra" en educación y sanidad, no es nada en comparación a si nos vienen "otros" a hacerlos (los presupuestos y los recortes: "Como vengan otros a hacer los presupuestos va a ver usted lo que es un ajuste de cuentas").
Nos amenazan con una intervención y un rescate. Como si no estuviéramos intervenidos, de hecho, desde mayo de 2010. Desde los recortes de 15.000 millones de euros, ejecutados por Zapatero, "ordenados" por el Banco Central Europeo –recuérdese la famosa carta "secreta" que el presidente de dicho banco remitió a su homólogo del gobierno español–, y que nos "salvó" del terrible rescate.
Nos amenazan con una intervención y un rescate. Como si la gran banca privada no hubiera sido rescatada en varias ocasiones, con miles de millones de euros de dinero público, con la excusa de recuperar el crédito para las pymes, autónomos y familias. Como si la gran banca no estuviera especulando con esas cantidades ingentes de dinero, "prestadas" al 1%, comprando deuda pública del Estado –cosa que debiera hacer su prestamista, el BCE– a un 4 ó 5% de interés.
La reforma laboral de acompañamiento a esos recortes del gobierno de Zapatero parece un juego de niños, comparada con la perpetrada por el gabinete de Rajoy en su infernal primer trimestre de gobierno.
Nos cuentan que no hay vida sin el euro y fuera de la Unión (económica) Europea. Y como el banco de bancos europeo, el BCE, no cumple con el papel de un banco central prestamista de último recurso; como el euro no puede devaluarse; devalúan los salarios y el poder adquisitivo de los trabajadores y, por ende, hunden cada vez más el consumo y la reactivación económica, precipitándonos a la Gran Depresión.
Si el pueblo griego hubiera podido decidir –lo intentó Papandreu– entre las condiciones de los rescates y salirse del euro y de la UE, no es nada seguro que hubiera triunfado la primera opción. Pero ya sabemos que la "democrática" Unión Europea no es muy partidaria de las consultas populares; y menos aún de cumplir los resultados cuando no son los deseados por el "establishment".
Permanecemos a la espera de nuestra dosis de miedo de mañana.
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