El fin no justifica los medios. En el caso de la reforma laboral, nos engañan con los fines y nos aplastan con los medios.
Las derechas nacionalistas, española y catalana, junto con los medios de comunicación y persuasión (ultra)conservadores, bombardean con el mensaje de que la reforma laboral es para los cinco millones de desempleados.
Obvian lo manifestado por el propio partido del gobierno, el Partido Popular, que reconoce una importante pérdida de puestos de trabajo este año. Nos dicen que es por el "ajuste" de plantillas, y que después se crearán empleos sin parar.
Cierto que el ajuste será al principio, y durante, y después. Los patronos aprovecharán el nuevo marco legal de despidos objetivos más fáciles, para sustituir los contratos indefinidos, principalmente de trabajadores maduros, por los nuevos contratos para "emprendedores" con un año para despedir gratis y sin causa (no superación del período de prueba).
Otro mensaje, más o menos subliminal, transmitido machaconamente, es que más vale un millón de puestos de trabajo precarios y de salarios paupérrimos, que estar desempleado. Es mucho más digno que te paguen la limosna en la nómina, que pedirla en la esquina. Eso sí, continuando con el cobijo de los padres, abuelos, familiares y amigos; no es que te vaya a servir para vivir dignamente, sólo es para maquillar las cifras del paro, y salir bien en la foto.
Y para no extendernos en las bondades de la reforma laboral, tan solo recordar que si tienes la tentación de no producir incansablemente, la ley le permite a tu empresario ponerte en la calle, muy barato o hasta gratis. Eso sí, por si alguien del gobierno se entera, siempre te quedará la "tutela judicial efectiva".
Hagamos un ejercicio de imaginación. Supongamos que nos plantean esta misma reforma laboral en un contrato con fecha de caducidad, bien temporal, bien de cumplimiento de ciertos requisitos de recuperación económica. Supongamos que, una vez cumplidos la fecha determinada o los requisitos exigidos, la legislación laboral se transformara automáticamente en la misma de antes de los recortes; es decir, la del día anterior al 11 de febrero de 2012, fecha de publicación en el BOE del Real Decreto-ley.
Tras este ejercicio volvamos a la cruda y cruel realidad. No existe ese contrato de retorno de derechos. Nunca ha existido. Nunca existirá.
Ninguno de los derechos laborales, sociales, y de servicios públicos, que nos están sustrayendo, conseguidos a lo largo de décadas, ganados con la lucha y con la vida de miles personas, volverán; jamás.
La reforma laboral de la CEOE, "su reforma", pasadas las primeras semanas de indisimulada euforia, ya se les queda corta. Ahora van a por el derecho de huelga.
El gran patrono Juan Roig (Mercadona), en su caudillista discurso anual, también dice que "él hubiera ido mucho más lejos". Seguramente pensara en instalar literas en sus centros comerciales, para que los empleados no pierdan el tiempo libre con sus familias.
Es lo que tiene dejarse arrebatar derechos. Cuando nos damos cuenta, ya no tenemos ninguno.
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