Era el año 1996 cuando Miguel Blesa de la Parra, con los votos del PP (su partido y el de su amigo Aznar), IU, un "independiente", y los sindicatos CCOO y ACCAM, con la abstención del PSOE, sustituye en la presidencia de Caja Madrid a Jaime Terceiro. Fue el fruto del correspondiente reparto de las sillas de poder en los órganos de gobierno de la entidad.
Para llegar al siguiente cambio de presidente, tenemos que avanzar hasta el año 2010 (tras 15 meses de resistencia numantina de Blesa, caído en desgracia de Esperanza Aguirre). En este caso alcanza la presidencia Rodrigo de Rato y Figaredo, exministro de economía de... Aznar. Otra vez, tras la ampliación de las sillas en los órganos de gobierno (Consejo de Administración, Comisión de Control, Asamblea General, y Comisión Ejecutiva), y el reparto de las poltronas entre los partidos políticos y los sindicatos. Entre las escasas abstenciones podemos citar la del sindicato SABEI-CGT.
El "justo" Rato, después de que diez directivos de Caja Madrid cobraran 25 millones de euros, ordena retirarles el bonus especial, allá por febrero de 2011. Fue interpretado en aquél entonces como un distanciamiento de la "era Blesa".
Después se ha producido, en un tiempo récord, el desmantelamiento del sistema de Cajas de Ahorros/Obras Sociales. Mediante privatizaciones, bien a través de la ingeniería financiera constituyendo las Cajas-Bancos de los Sistemas Institucionales de Protección (SIPs), bien mediante intervenciones del Banco de España.
Mediando miles de millones de euros de dinero público, y miles de despidos. Con "préstamos" del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), y con aportaciones del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), y otros instrumentos de inyección de liquidez y líneas de tesorería.
Y volvemos a enredar con las retribuciones. Sin recuperarnos todavía de los emolumentos e indemnizaciones millonarias percibidas por los directivos y ejecutivos que hundieron a sus cajas, conocemos lo que ganan los directivos de los nuevos bancos de cajas. Lo comunican siguiendo órdenes del Banco de España, a regañadientes, y no en todos los casos (unos cuantos se pretenden amparar en la legislación de protección de datos de carácter personal).
El flamante presidente de Bankia (Caja Madrid, Bancaja y otras cinco cajas), Rodrigo Rato, cuenta con un blindaje de 2,8 millones de euros (retribución anual fija de 2,34 millones de euros) y un plan de jubilación próximo al medio millón de euros. En el caso de su consejero delegado, Francisco Verdú, su despido costaría 3,4 millones de euros (dos anualidades de sueldo fijo) más una cantidad adicional de 1 millón.
Los directivos de las siete entidades que han recibido 15.000 millones de euros de ayudas públicas —BFA-Bankia, Catalunya Banc, NGC Banco, BMN, Duero-España, Banca Cívica y Unnim— se han establecido blindajes por la nada despreciable cifra de 65 millones de euros (35,57 millones de euros más 28,95 millones en fondos de jubilación).
En el caso de Rato, es más fácil dictar un plan de contención del gasto en Bankia con los bolsillos llenos, pegando un apretón de cinturón a los trabajadores (que quedan, después de los miles despedidos).
Además de la continuación y el incremento de las retribuciones millonarias de las cajas de ahorros en los bancos-cajas, nos encontramos con otro dato. Los nuevos engendros financieros siguen plagados de políticos y expolíticos, una de las excusas utilizadas para privatizar y bancarizar a las cajas.
Oímos las clásicas voces que dicen que es un escándalo, que otro gallo cantaría si hablamos de los grandes bancos, sociedades anónimas sin dinero público, que sólo tienen que responder ante sus accionistas de lo que pagan a sus directivos y ejecutivos y de sus beneficios o pérdidas. ¿Acaso no es dinero público el medio billón de euros que ha recibido recientemente la banca europea?, en gran parte reingresado en la cuenta del Banco Central Europeo (BCE). Dinero público prestado al 1% de interés, con el que especulan comprando deuda pública al 5-6% de rédito.
Qué lucrativo es cambiar, para que todo siga igual; cuando lo que se juega es el dinero del estado, de los mismos ciudadanos a los que no les revierte en forma de ayudas y de créditos; de los mismos ciudadanos a los que se les arrebata sus viviendas hipotecadas, que no se les da una alternativa ni una maldita oportunidad. Qué fácil. Qué robo.
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